viernes, 21 de junio de 2019
Es como para coger lupa, y observar el fino filo que separa una capa de otra. Podría decir en vez: que separa una de otra capa, y hacerlo así como más barroco, como regocijándome en lo guay que soy... al escribir. Porque es así. El que escribe alardea, miente, se disfraza con el traje que ha ido tejiendo para tapar con él sus taras, sus impotencias, su eso que no es. Y se pierde en un maremágnum de libros, de historias, de uras. Porque es extraño, pero quien tanto clama libertad, es fanático de otras junglas, de otras telas de araña diría más absurdas porque no son naturales, sino inventadas. Es complicado todo. Seguramente esté equivocado (así que ven, léeme, contradíceme, golpéame con tu palabra, líbrame de mi idea que tanto me esclaviza, del eco de mi voz en la caverna y dame de beber de tu agua limpia). Hoy no tengo ganas de escribir. Que el brillo de un sol hoy tras las nubes me arrastre a tus ojos o que me deje a oscuras evocando algún recuerdo. Hoy no quiero parecer. Hoy sólo quiero ser y estar, aunque sea poco, pero de verdad. Ciertos días abomino toda literatura, la creatividad, la inventiva, ese autoanalgésico, esa autoestafa.
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