martes, 26 de noviembre de 2019

I
Un sol, una ventana y un corazón,
fueron a la casa del alma olvidada.
Llamaron a la puerta.
Nadie contestaba.

En su sillón,
a solas y abandonada,
dormida, que no muerta,
parecía que estaba.

II
Aunque erguida me veáis,
tendida estoy como la tierra,
muda y seca,
aguardando la lluvia.

Y si algún ruido escucháis,
no serán mis suspiros,
sino el viento
cruzando estas rüinas.

III
De todas las muertes que sepáis,
sabed que no hay peor
que la del alma.

Porque un alma muere
inapreciable, como a trocitos.

Ni el vecino corazón se entera.

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Aquí hace menos frío que en la calle, dice Pedro Guerra. Luego viene lo de "hay leña para un fuego, no mucha, pero bueno, un poco de calor no viene mal." No hay leña aquí, ninguna, sino un calefactor eléctrico. Lo que sí hay es algunas mimbres todavía para hacer con ellas un canastito que pintaré de color, a ser posible lila, como mi cactus. Hay que seguir andando, pensando, escribiendo. Hay que seguir dándole calor y color a la cosa. Hay que seguir.

Brindo hoy por la libertad del arte, por no ponerle puertas. Si se quemaran ahora mismo todos los museos, todos los libros sobre arte; si todos los profesores de arte no existieran, las cuevas de Altamira se derrumbaran, todas las catedrales, en fin, si todo lo que hoy tenga que ver con el arte dejara de existir, mientras quede un humano que se embobe por el simple hecho de ver una bandada de pájaros cruzar, y note en su interior algo así parecido a plumas y a altura y a vuelo, y se le cambie la voz, o quizás mejor, se quede callado un tiempo, meditando, saboreando ese no sabemos qué placer... continuará el arte.

Al arte no le importa que lo expresen o no, creo yo. En todo caso le importará al artista, por crear un diálogo, un mensaje con otro sujeto, una enseñanza, o cierta vanidad también. Pero el arte en sí no precisa ser expresado. Se siente dentro. Luego se siente ese otro impulso de sacarlo afuera para compartirlo. Y en ése por qué expresarlo y compartirlo intervienen muchos factores o causas. Desde la llana, pura y loable confraternidad, hasta la estúpida vanidad de mostrarles a los demás lo guay que se es pintando o esculpiendo por ejemplo.

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