Y ya otra nueva noche, como página en blanco,
ofreciendo sus párrafos velados en la sombra.
Tal vez la misma noche, como la invocación
de un dios elemental que invita a repetirme.
Siento en la sangre ansias correr de hacerse piedra.
Siento en la carne afán de hacerse de corteza.
Pero mi dios es blando, su perfección es líquida.
No hay olvido en sus tuétanos durmientes. No hay olvido.
Mi casa es el gran templo de los cinco pilares.
Y la papiroflexia me ofrece margaritas
para que digan sí en la oreja del pozo.
¿Alguien siente llorar las almas del desierto?
Es la vida que sopla su trompeta imprecisa
-como dios, como imán, como pulso latente-
por mis dunas de olor a anhelo y sacrificio.
Arriban los deseos al puerto de la noche.
jueves, 12 de diciembre de 2019
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