Sobre los muertos pétalos
de almendro agrio en el asfalto,
entre el frío,
los charcos,
la niebla en la mañana espesa,
yo no sé qué buscaba.
Quizá yo no buscaba, quizá yo no ejercía ninguna voluntad.
Niebla y alma sentí que eran lo mismo,
agua y sangre,
apagado latido el de mi corazón
como aquel cielo,
aquellos árboles sin pájaros.
En los altos rincones de una torre,
ateridos,
la cabeza hundida entre los hombros,
los palomos aguardaban
un sol que no nacía.
Sabedoras de que hoy ya no era ayer,
en los bolsillos,
también mis manos se guardaban
de otros fríos, de otro miedo.
Privado de luz, color, formas,
lejano
intuía el campo.
Mis ojos miraron entonces hacia
la memoria.
Cuando los fuegos se extinguen,
cuando la tormenta pasa,
cuando los sentidos duermen,
en lacia paz, hacia dentro,
resguárdase también el sentimiento.
Para nacer de nuevo
en otra primavera,
hay que morir mucho
en cada invierno.
domingo, 20 de enero de 2019
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