Espero constantemente
esos instantes
de altura sensitiva.
Duran poco, y no siempre consigo alcanzarlos.
Como el clima o como las cosechas,
van por ciclos o épocas.
No siempre llegan aunque
siempre los espere.
Un buen día los descubrí,
me llegaron solos.
Todos los vivos nacemos
una vez en la vida,
pero hay otras maneras de nacer,
aun estando ya vivos,
ya nacidos.
Y otras maneras de morir,
aun también siguiendo estando vivos.
Algo así me ocurre a mí
durante el resto del tiempo en que
no soy visitado por esos instantes,
vivo sin vivir en mí,
como diría santa Teresa,
o qué pocas veces yo soy yo,
como diría Juan Ramón Jiménez.
La palabra voluntad para mí
no deja de ser otra palabra más
en el diccionario,
o ese panteón de significados.
Voluntad igual a acción igual a resultado.
No, yo espero, yo intercedo pero inmóvil,
yo la carretera que espera ser recorrida,
y si sí,
entonces soy el coche
y el sueño y el destino.
Yo el delirio.
Yo la vida.
Y luego pasa.
Y luego nada.
Y vuelve la espera.
sábado, 12 de enero de 2019
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