lunes, 1 de julio de 2019

Hay personas que son como una especie de píldora. Alguna palabra suya, algún gesto suyo hacia ti, te hace abrir la boca y antes de que te des cuenta ya te la has tragado, ya la tienes dentro, y poco después ya está digerida y corriendo por tu organismo como si se hubiese criado en él, tu sangre parecía predispuesta a encontrarla. Sus efectos no se hacen esperar y no habrá antídoto en el mundo que te las elimine pues tu propio cuerpo creará mecanismos de defensa para conservarlas. Es así. Son como una pildorita, como una pastillita que cambiará tu vida para siempre. No sé en qué laboratorio las fabrican. Igual te hacen sentirte sabio que profano, joven e incluso bello, los colores los verás distintos y ciertas cosas que no tenían color las verás pintadas, todo a tu alrededor te parecerá distinto aunque así era antes también aunque tú no lo vieras. No dejarás nunca de aprender con ellas y el tiempo adquiere también otro valor. Retomarás antiguos hábitos, quizás te rescates a ti mismo tan olvidado que te tenías. Creo que estarán hechas con cualquier tipo de ADN de los dioses y aunque no hagan milagros sus actos se les parecen bastante. No tienen alas ni largas trenzas hasta los tobillos, no viven en lagos ni en bosques encantados. Están donde tú, son como tú, viven como tú y tienen los mismos problemas que tú. No vuelan ni usan varita, pero algo hay en ellas, créeme, algo hay en ellas, no sé qué es, un don, una gracia, algo que no se estudia igual que las rosas no aprenden a oler a rosa.

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