Hoy nuestro pueblo amanece amputado, le falta un miembro, de los entrañables, de los muy queridos. La parca nos lo ha cortado.
Apenas le conocí, apenas le traté, pero algo tenía este hombre de claridad en su mirada, en su voz, en sus gestos de ser persona de indudable y ejemplar bondad. Embajador de nuestro aceite y demás productos, siempre con la amabilidad por bandera.
Repartidor de sabores, amigo de todos, trabajador incansable. Su Calvario, su cerro, sus campanas, su sonrisa. Tan emblemático aquí como la Victoria, como los caños de Roya, o los jazmines del Pilar de la Coracha.
Que allá en el cielo, bueno entre los buenos, sigas repartiendo migas, salmorejo, alegría y vida.
Se nos van los mejores. Así de asquerosa es esta vida a veces, así de traidora.
A Emilio Rodríguez Borrego. In memoriam
lunes, 15 de julio de 2019
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