Vienes, has llegado.
Subimos sin esfuerzo hacia
la cámara alta de nuestra torre.
Miro por la ventana
y todo lo que daña
se ve abajo diminuto,
como matojos de zarzas,
como una maraña pequeña
de plantas que desde aquí
ya no espinan.
Estamos tan cerca del cielo
que confundo tu piel con las nubes.
Me miras con mirar de luna.
¿Lo ves?
Está brillando allá al fondo.
Es el mar,
inmenso,
ilimitado,
tan lleno de secretos que encontrar
como son
nuestros corazones a esta hora.
Y ahí arriba ¿las ves también?
Están manando constelaciones.
Dame tu mano,
en ella te pondré alguna.
Nuestro entendimiento en esta cámara
es tan limpio como ese río de estrellas,
y brillante como aquel océano.
Es suave como una nube;
sin puertas;
desnudo y redondo como la Luna.
Vamos cosiendo noches
una tras otra con hebras de oro.
Será nuestro edredón
más preciado y amado.
miércoles, 17 de julio de 2019
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