martes, 9 de julio de 2019

Un acebuche en sombra permanente es delgado, alto y recto. Su corteza es lisa, y el color de sus hojas es más oscuro que el de sus parientes: los otros acebuches, los que están salvo de noche en permanente luz solar, gruesos, achaparrados, retorcidos, de rugosa y áspera corteza, de hojas pálidas.

El acebuche en permanente sombra vive en constante afán de subida. Tiene una exagerada avidez de luz. Su extremada protección entre los pinos agudiza su interés por las alturas, por los huecos, por las ventanas que le den cielo, calor, color, imágenes del mundo. 

El acebuche en permanente sombra es tan bello como débil, parece una mariposa falta de alas. Lo miro y su figura se me antoja como la congelación de una danza, de un canto mudo.

En cambio yo lo veo bailar, y escucho su canto fino, afilado, rasgando un silencio apenas perturbado por el piar de algunos pájaros en esta fresca mañana de julio.

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