Alas son mis palabras, ensoñadoras alas.
Y el folio es un océano aún por descubrir,
un mar con cuatro orillas a rellenar de peces,
de islas y palmeras, ignorado en los mapas.
Paridora de estrellas, duerme la noche blanca.
La luna temblorosa se ha vestido de malva.
Desde el fondo del alma sube un rumor de agua.
Desde el ruido del agua, baja un dolor al alma.
Mis glóbulos pilotan mil veleros lejanos
que asoman diamantinos de sol en el velamen.
Venid aquí ligeros, jinetes de los vientos.
Ya está la caracola presumiendo de nácar.
La esponja y el coral juegan al veo veo
entre pompas, burbujas, anclas viejas, tinajas.
Desde los jondos tablaos, moradas de las algas,
al vaivén de las ondas, bailarinas descalzas,
repican castañuelas un coro de bivalvas.
Y un tren dice trin trin, es un son de guitarras:
una hilera de perlas, chocándose entusiastas,
inyectan su fervor del fondo a las arenas
de una isla escondida, de una inhóspita playa,
donde llora perdida la sirena varada.
Venid aquí ligeros, jinetes de los vientos.
Besándola y mimándola, la abrazan y rescatan.
Palabras son mis alas. Y el folio no era nada.
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