Víctimas de otras guerras, igual que niños huérfanos,
también escucho a veces en sótanos ocultos
llorar versos perdidos.
Son seres expatriados de las estanterías.
Su delito quizás no adular a los próceres de turno
de todos los estados del estado,
no rendir pleitesía a la corriente,
conducir por los ángulos oscuros
de los retrovisores de la historia.
La guerra para ellos, sumamente neutrales,
aún no ha terminado. Ni terminará nunca.
Su verdad les impide mendigar.
Pero cantan y bailan sus propias poesías
bajo las sombras de su eterna noche,
bravos como las olas, limpios como la nieve.
Tienen su propia luz
y a veces los confundo con estrellas.
No quieren adopción ni reconocimiento.
De qué le sirve a un muerto. Su premio fue el olvido.
Si alguna vez los veis, no habléis de libertad,
pues les punza lo mismo que un erizo.
jueves, 16 de enero de 2020
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