Sobre el cauce, el agua; sobre el agua, el brillo del sol poniente, los reflejos de las casas, del cielo, de juncales y ciclistas, la sombra del puente, las de nuestros cuerpos, temblorosas, agigantadas, aferradas a la barandilla, negándose al rapto, insumisas.
Y sobre las sombras y el agua, el puente;
y sobre el puente nosotros, entre dos cielos, entre dos orillas, ensimismados, contemplando brillar, reflejar, temblar, escapar la corriente. Te giras y me miras, y yo no sé si el sol sigue en el agua o está en tu rostro al completo. Me sonríes. Y pienso en el cese repentino y momentáneo de fuerzas que nos cercaban hará un momento. Tan sólo una, nueva, se manifiesta: sellar en mi memoria este instante de suprema quietud ante tanta gravedad, tanta huida, tanta noche presentida. Pompas de mayo en los albores de enero, anguilas varadas al otro lado del tiempo, eso parecemos. Pero espejismos somos tú y yo, peces de paso, que también huiremos, como el sol, con el agua, por un cauce que en dos partirá la noche. Te beso.
jueves, 9 de enero de 2020
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