domingo, 18 de noviembre de 2018

Igual que esta mañana tuve que ponerme a escribir para calmar mi angustia por haber perdido mi cartera, ahora otra vez escribo para calmar mi angustia porque te echo de menos. He intentado un soneto hace un momento, una cosa sobre las palomitas de maíz (tratando de hacer una comparación con mis poemas), que son baratísimas para la felicidad que te dan una tarde como ésta por ejemplo, tarde de domingo donde la esperanza estuvo todo el día escondida detrás de la lluvia y ahora que escampa, lo está detrás de la noche. Sé que vendrás, es decir, la esperanza está aquí aunque el agua y la oscuridad y el domingo se empeñen en ocultarla. El soneto tuve que dejarlo porque me vi espeso. Pijama y malagana riman, pero en asonante. Cuando me di cuenta de eso decidí dejarlo aparcado y olvidarlo porque aunque sé que mis sonetos no pasarán a la historia de la literatura universal me niego a hacer uno con rima asonante. Así que me puse a leer, a leer y a tomarme una cerveza con un platito de avellanas. No sé por qué pero me puse a pensar en tu cara de perfil, alumbrada por los cohetes de Santa Ana. Eso ha podido con todo y ahora me siento fluir y ya no me acuerdo ni del soneto mal encaminado ni del tedio de las tardes de domingo.

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