Vivir en tus ojos,
como se vive el mar
en una caracola,
es traspasar
yo no sé qué frontera
de luces, de entendimiento.
Existir en tus pestañas,
como se existe el aroma
de la cortada flor,
es prolongar mi ser
prendido en yo no sé qué viento.
Divisar en tus pupilas
otro mundo, otra visión,
tan parecido en sus formas
al mío,
pero tan tuyo en colores,
yo no sé por qué auroras
de mayo
cabalga mi sentimiento.
Pero tus párpados no,
ésos nunca los cierres.
Qué dolor de arrayanes
entre las sombras muriendo,
qué estertor de atardeceres,
de amarguras qué fragor,
como una tarde de entierro
en invierno,
como el final de un triste cuento.
miércoles, 24 de octubre de 2018
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