martes, 6 de agosto de 2019

Creo que cuando escribo algo, lo hago con la sensación de no saber si al terminarlo volveré a escribir.

Escribir, en sabiendo escribir, es decir, literalmente, tal y como nos enseñaron en la escuela, es fácil. Esto por ejemplo de ahora, pienso en algo y lo plasmo por escrito.

Es complicado lo que trato de explicar, pero lo intentaré.

Yo no sé si hay por ahí mil sonetos fraguando su llegada a mí para que los escriba, o hay cero. Entonces vivo en esa incertidumbre. Porque no se trata de voluntad de escribir tal o cual cosa, sino de ser invocado por ella, de ser usado, utilizado. Por ella o vete a saber por el qué.

Ésa es la escritura que yo quiero, la que no domino, la que no se deja apresar, la que viene no sé de dónde. La que siempre ando esperando a que me llegue. La que a veces llega, me usa, y desaparece de nuevo a su misteriosa cueva hasta cuando le plazca volver. Si es que vuelve.

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