sábado, 24 de agosto de 2019

TRANSFUSIÓN DE SANGRES

Yo esperaba a que el mar me hablase de sí mismo para fotografiar con mis palabras
lo que me dijera.

No hacía más que mirarlo, su inmensidad, su incesante empuje, la espuma de sus olas, sus algas; su contenida exhibición de fuerza, como mastín que gruñe sin llegar a ladrar, pero intimida.

Aunque no sé. Quizás él no intentaba espantarme, quizás yo le gustaba, como él a mí, en una equilibrada danza de sumisiones y dominios.

No sé quién de los dos fue el primero, o fue ninguno.

El caso es que dentro de mí algo habló de pronto, y lo hablado no fue sobre el mar, ni sobre la tierra, sino de un cierto espacio exterior:

"Mi sangre está limitada dentro de mi cuerpo, gira constantemente dentro suyo,
se gasta pero se renueva al pasar por mi corazón, aunque retorna al circuito."

Todo eso y más me vino de pronto allí, entre la espuma, las algas y las olas del mar.

"Pero si agarro su mano mi sangre se vuelve cosmonauta en nave espacial que se acopla
a otra nave, y herméticamente acopladas ambas manos, se hace posible sin ningún peligro cierta transfusión de sangres, de modo que la mía se libera dentro de su cuerpo, duplica su espacio disponible,
y qué agradable es notarla surcar por sus venas como si fuesen las mismas por las que normalmente circula, sin extrañezas,
sin tropiezos, libre y fluida, como amada o tal vez esperada en ese otro territorio, tal en mí la suya".

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