jueves, 18 de febrero de 2021

 CARTA DE UN INDIO DE MINNESOTA A UNA INDIA DE KENTUCKY


Hemos de ser libres hasta para morirnos. Te cambio toda la hipocresía del mundo por un ramo de margaritas. Quién sabe, igual me atrevo un día a retomar la bicicleta o la caza de búfalos. Ando algo confuso. Imagina que te sumerges en agua, y cuando sales no recuerdas nada. A veces quisiera que eso ocurriera (a veces parece que algo así me sucede). Volver a descubrir la mejorana, a inyectarme Lorca en las venas por vez primera. En cuanto el suelo se me vuelve duro busco barro desesperadamente, orino en él si es preciso. A los pájaros sin alas no nos gusta demasiado pisar mucho en lo sólido. Por algo es líquida la sangre. Te cambio toda la rutina del mundo por un volcán en punto de erupción, por toda la nieve en la orilla de licuarse. Prueba a partir un bolígrafo que no te pinta bien, que no te agrada: es como pegar un grito en un abismo, ya verás qué divertido, qué desahogo, y coges otro que sí te pinte como Manitú manda, porque qué coño es un artesano sin buenas herramientas (acaba de ocurrirme, acabo de hacerlo). Si la muerte me llega que lo haga bien abierta de piernas. Ya no sabes el asco que me supone mirar por la ventana de mi tienda y ver una población en permanente Semana Santa. Ellos no, pero yo sí les veo sus capirotes, todos bien enfilados, en su circuito. Entonces me entran unas terribles ganas de vomitar, como un pequeño Jean-Paul Sartre. Los veo mirarme a través de sus agujeros en la tela. No entienden nada, por qué los miro así. A mí me dan pena. Hemos de ser libres sin miedo alguno a la muerte. Hoy los pinos me tiraron los tejos los muy cachondos, camino de Gilena, la de Minnesota, y yo con mis problemas. Pero me alcanzaron sus flechas los muy cabrones. Ya iré a verlos, que estén tranquilos. Espero que sigan igual de cachondos ese día en que vaya a visitarlos. Si la muerte me llega ese mismo día que se traiga en una fiambrera una buena tortilla de papas, o filetes empanados, y que se siente conmigo un rato entre los pinos. Dejemos el trabajo para luego. Tiempo hay de contar estrellas en aquella inmensidad. Yo pondré pan recién hecho y un tarro de aceitunas aliñadas por mí, que ni una cosa ni la otra se me dan mal, tampoco las matemáticas, si quieres te explico por qué cualquier número elevado a cero es igual a uno. Mejor no. Mejor será despedirme, tengo que aclararme con las instrucciones de mi tren eléctrico. Escríbeme pronto. Echa algunos chicles en el sobre, sabor hierbabuena de Los Apalaches a ser posible. Tu indio.

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