Tiene mi voz por oficio
cosa de madre y de tierra.
Bajo mi duro arrecife de ciega ignorancia,
bajo este muladar de yerros y décadas
si digo a buscarla
ahí sigue ella,
siempre paciente a la espera en volverme
otra vez al camino,
reconstruirme no importa qué tiempo
idéntico al sol, idéntico y nuevo
al plato, al beso, a la manta,
al grano de trigo empapado de lluvia
en la sementera.
Tiene mi voz por oficio
no más que cosa de amarme.
Como una madre.
Como la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario