Se desliza el otoño por tu pelo
como un río cargado de nostalgias.
Y piensas en San Marcos, en el tiempo
sin prisas, en tu risa cuando niña
trepando de tu vientre hacia tu boca
como rosa espontánea en el arriate
por la alegre pared de aquella ermita.
Jamás sentirse libre fue tan fácil,
jamás amar la vida tan sencillo.
Pero el mundo es un juez que nada escucha.
Tu vida de después fue muy distinta.
Como un león hambriento devoró
tus sueños, algo así como una niebla
se interpuso entre el sol y tu sonrisa,
la pena fue tu sombra noche y día.
Como hierba en el borde del camino
han pasado los años ante ti
ignorando tu gracia, tu bondad
encerrada como perla en la concha,
silenciosa, sin claveles ni aplausos.
No busca recompensa amor sincero.
Tú conoces el rojo de la sangre
como nadie, tú has quemado las ropas
de tus padres heridos, la hemorragia
corriendo por tus piernas lentamente,
hospitales, la muerte tan cercana,
el robo, el desengaño, las guantadas,
olvidada por todas las cigüeñas.
Sin embargo, el odio y el rencor
también supiste justa echar al fuego,
no cabe la venganza en corazón
tan dulce. Mira: cosa hermosa y grande
es nuestro sol, tan grande y tan hermosa
que nadie se da cuenta que le falta
alguno de sus rayos más pequeños.
Es lo poco que le has quitado al mundo,
un rayito de sol para ti misma,
ese mundo que sólo te dio inviernos
tú le ofreces a cambio primaveras.
Mujer alegre, hija de la sombra,
cien jilgueros anidan en tu pecho,
en tu boca florecen siemprevivas,
gladiolos y geranios, y una orquídea,
simpática, graciosa y presumida,
luciendo su color de aguamarina.
Estepa, 10 de octubre de 2020
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