miércoles, 8 de mayo de 2019

A qué mi boca sabe si te pienso.
Son como llamas
que en mi pecho brotan interiores,
y se elevan con afán de oxígeno,
de cielo,
como en desiertos trepan
sobre el aire ardiente
fantasmales aguas.
En esta hora lejos queda la vida
y sus colmillos.
He de colmarme de instante,
abrevar de la huidiza fuente,
ser esta calma o ese sol
que entre nubes se adormece.
La verdad llegará con sus fauces
de plomo
a imponerme un sol distinto,
otra serenidad
de candileja y espectáculo.
Pero tú has venido a mí de nuevo,
porque eres eterno,
como un beso triunfal ante la muerte,
como un muerto viviente ante la vida.
Y me invocas,
y a ti me ato,
contigo vuelo,
me desprendo.
Amor multiplicado en otro amor,
expandido en otro ser que ni tú o yo somos,
mas en él estamos, germinados en el tiempo, por fin libres.
Es tu verdad espacio donde duda no ocupa.
Estoy aquí, pero allí, contigo,
en aquel tiempo, y estoy con ella, ahora,
pero sin ella,
bajo la misma piedra fría,
parca en fisuras.
A grito sabe este silencio
gris de nubes, a carne tierna
inocente y desgarrada,
a amor y a muerte y a vida.


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