Cuántas cosas perecen
con el tiempo:
los castillos, los bosques,
las casas;
los ríos y lagunas,
los hombres y los puentes;
los caminos, el amigo,
la raíz; el labio amado;
aquella mano tibia en la tuya
que te robó la tarde
tal vez para siempre;
los amores que surgen
porque sí,
como el agua en la montaña
o en el valle la salvia
y el espliego.
Cuántas cosas sepulta
la tierra,
lentamente,
sigilosa como
una vieja zorra.
Hoy me duelen,
porque las siento
en mí perderse,
así, lentamente,
dejando un leve rastro
de dolor en el viento,
un último esfuerzo
por manifestar
su presencia.
Este poema.
miércoles, 8 de mayo de 2019
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