El verano se prepara.
Se va notando.
Por mi ventana cuela el sonido
de unos chorros de agua.
Son como una llave
que acaba de abrir
una puerta.
Fue en verano.
Desde aquel filo todo era enorme, sobrecogedor.
El sonido del agua del río,
su anchura, su bravura,
su ímpetu al salir
por las compuertas de la presa.
Su color marrón,
lo blanco de las espumas.
La soledad del lugar.
Al dolor lo tenía dominado,
la vieja angustia.
Si quisiera
ahora mismo acababa contigo,
me decía.
Jamás respiré tan total libertad.
Doblando la esquina
de la antigua central eléctrica,
una grandísima bandada de palomas asustadas
salió volando desde los altos tejados.
Aquel aleteo superó al rugido del agua.
Entonces comprendí
de la hermosura de la luz y del aire.
Entonces tal vez supe
el significado correcto
de la palabra compasión,
que es también amor,
quizás no el de perdón.
Me di la vuelta y me fui hacia el coche.
Se han parado los chorros
de esa piscina,
porque ya no se oyen.
En cambio escucho
a Ludovico Einaudi.
Buena música para este silencio.
miércoles, 22 de mayo de 2019
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