lunes, 23 de diciembre de 2024

 Me dicen mis cercanos 
que gasto mucho frío últimamente. 
Será porque es invierno
o que ya pocas cosas me calientan. 
Será que estoy llegando a cierta altura. 
Será que mi tamiz, al cabo de la vida,
tan espeso, 
no se deja colar por cualquier cosa. 
Será porque la cosa ya no existe.
Será que los caminos...
Será porque mi espíritu andariego...
Será porque al final ya no hay camino. 
Pero aún me caliento suficiente 
en un momento, 
y prosigo mis vuelos, mi aventura,
ya no sé si certeros, 
si ya son puro sueño en mi reencuentro 
con cosas como ésta, por nítida y tan pura:
"A un poeta muerto", de Luis Cernuda.

jueves, 5 de diciembre de 2024

 Yo también soy como el agua, que nunca muere. 

De hielo o nube o lágrima, o caldo dentro de una granada, pero siempre soy.

Y soy también el árbol, y soy el pez.

Y la montaña, y la arcilla. 

Yo soy de musgo y de nácar, y hasta el mismo viento soy.

Alguna vez no sentiré, pero seré.

Llueve; lo percibo. 

Lloveré yo, algún mañana, sin sentirlo. Pero lluvia seré. 

O seré hoja, caliza, alga, magma, pluma. Tinta o papel. Incluso el mismo silencio podré ser. Pero seré.

¿Están cayendo, en gotas, justo ahora, quienes no conocí, y los que sí conocí?

Salgo a ser mojado. 

Llueve un algo que me calma.
Lluévenme abrazos, aguinaldos, besos de arrope; noto una restitución, una compensación. 

Materia soy. 
Materia somos.

Yo mojaré también los cuerpos de quienes no conoceré, y de quienes sí conocí. 
Seré en ellos lo que hoy es esta lluvia en mí, la tierra que pisen, ese cuerpo que aman, el verso que escriban y el aire que respiren.

viernes, 8 de noviembre de 2024

 Volveremos a comer la carne asada en la candela, como hicimos en tantas otras veces similares, por estas fechas. Y miraré tus ojos, tus coloretes, tus mofletes hinchados masticando, tu feliz sonrisa. Reiremos con los perros, nos limpiaremos luego las migajas de los dientes con astillas de madera. Y así será de simple y de rotundo ser feliz nueva y plenamente. Y creeré, una vez más, por un instante, que no existe ese futuro que a veces toca en mi hombro y, de sutil manera, me invita a ese alejarme fatalmente de la vida. Qué triste resulta en ocasiones lo de ser padre, cuando en uno no está el poder detener las agujas del reloj. Pienso, de repente, en las máscaras representativas del teatro en la antigua Grecia; también pienso, a la vez, en el dios latino Jano: felicidad y tristeza, el futuro y el pasado. Todo junto, jamás separado. Pienso, justo ahora, en ambas dicotomías; las entiendo, las estoy entendiendo como estoy sintiendo también en idéntica y clara perfección este girar de la Tierra. Lleno de tanto amor hacia mi hija, aprecio el ritmo al alejarse de cualquier galaxia, el avance de la arruga, la hinchazón y el latir de la simiente que en abril será amapola.

 Qué mentira lo de:
no vuelvas al lugar donde has sido feliz.

Un día, una hora, un instante oportuno 
basta para negarlo.

Volví a la mano aquella donde cantaban pájaros, y he vuelto a oír sus cantos; a besar las mejillas donde nunca la nieve halló refugio, y estaban cálidas; a mirar y ser mirado por los ojos que una vez me mostraron el sendero en que nacen los soles, y de líquida luz 
se vistieron nuevamente todas las cosas del mundo. A la voz de aquel te amo, amplia como el tiempo, sin vértices ni desgastes, y en nueva eternidad gravitan mis ocasos.

miércoles, 23 de octubre de 2024

 Una seta en la cocina, 

más allá de su forma, 

de su color o su aroma, 

emite un gemido mudo.


Tú, que ni anduviste la tierra,

ni volaste entre los vientos,

ni nadaste en río alguno;

tú, que no conoces 

la suerte de tu progenie;

tú, tan sin boca ni oídos, 

tan sin ojos ni manos, 

tan sin olfato ni espíritu, 


y aun así,

tan tú, 


tan en ti, 

tan monte aún, 


que no tienes corazón pues tu latir es el mundo, 


dime por qué brillan tus esporas

atrapada en cadáveres de mimbre.


Dime por qué escucho tu gemido.


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A este poema mío, recién parido, aunque no sé si terminado, creo que le viene bien un par de explicaciones.

La primera es llevármelo a un verso de Gamoneda: "La belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes", que creo que tiene mucho que ver con mi poema.

La segunda es que este poema surgió de una visión de varias escenas de una película que nada tiene su argumento que ver con lo expresado por mí. En dicha película un grupo de personas recolectaba setas en el bosque. Luego, uno de los protagonistas, llevó su canasto de setas a su cocina. Yo sé que era una película. Yo sé hasta qué punto era falso todo aquello. Pero la realidad a veces tiene la facultad de seguir siendo verdad en la mentira. Quiero decir que yo no tenía en mí o ante mí la presencia real de esas setas, pero las percibía igualmente reales, tanto primero en el monte, como luego en la cocina. Y de manera quizá instintiva comenzó a fraguarse mi poema.

Ahora no sé si con mis explicaciones he matado mi poema. Nunca se sabe cuándo es correcta la intención, desafortunadamente. Aunque ya puestos, qué más da. Sigamos.

La belleza no siempre es sinónimo tal cual de lo bonito, ni lo agradable lo es también de la felicidad. A veces ambos conceptos sobrepasan sus comunes significados. Yo creo que estoy tratando un asunto más allá. Que puede haber, y la hay, belleza en la tristeza, y que existe determinado placer en los estertores de la muerte, y no tiene por qué tener connotaciones de venganza o conquista de ansiada paz definitiva, sino que, a modo de canto de cisne, más bien se trata de una proclamación del amor a la vida ante la muerte en los momentos finales de la existencia.

 Tu pelo es la cortina 
que me ampara del mundo.

Tu pelo es la cortina 
que embellece lo arisco.

Mi voluntad es dócil 
envuelto en tus cabellos.

Arcilla soy 
dentro de su negra luz.

 Con qué lentitud se crearon las montañas y los valles; con cuánta paciencia el bosque.

Un terremoto, un incendio, fulmina en un instante milenios de creación.

Así sucumbe el amor también. No hay pasado a considerar. Nada importa para el temblor y el fuego.

Nada eres. Nada has sido. Tus piedras y argamasa, tus ramas y su sombra, hoy volátiles pavesas.

Sólo el dolor aguanta en su estructura. La pena inaguantable. El arrepentimiento firme que ni el perdón suprime.

martes, 15 de octubre de 2024

 Creo que emito la voz de quien, ya inexistente, por mí, se sigue haciendo oír.

Soy, quizá, lo que no conozco, lo dilatado en el tiempo; un algo más allá de este vivir y este morir.

Por mí cantan pájaros pretéritos, se recompone la selva, y un fuego extinto aún arde en mis manos. Estoy, creo creer, más allá del humo, del hidrógeno, del carbono y el oxígeno. 

Quizá, cuando yo ya era, yo aún no era palabra.

Quizá, detrás de mi materia, soy un algo incombustible. Quizá soy, también, lo no viviente nunca. 

Pero canto. 

Aunque no sepa por qué. 
Ni para qué.

Mi canto, bien mirado, es mayor que el mayor de los desiertos.

Porque mi canto ya no es materia.

Mi canto es un deber y no lo es. En campos de eternidades, no existen nimiedades.

Tal vez canto para mi ser de mañana, cuando ya el ser no sea mi ser. Y soy puente. 

Puente soy, tal vez, que prolonga el ser y estar de muchos, por mí, por muchos, entre dos indefiniciones.

Quizá soy sólo eso.

Y nada más.

Y todo así de simple.

lunes, 23 de septiembre de 2024

 Hoy te he notado idéntica, mujer muchacha.
Los años en tu alma son abono.
Hay gente que se entrega a su abandono, 
en cambio tú floreces con el tiempo.
Hoy te he visto tan tú, tan de al principio,
que diría que he vuelto a enamorarme,
lo cual es imposible, si no dejé de estarlo.
Ya sé que hoy son hilachas lo que ayer eran sábanas; piedras o guijarros, polvo del camino o de la playa lo que fueron montañas.
Pero aquí sigo, mirándote de lejos, en mi barca, sin remar, entregado al completo a las corrientes hacia el único y falaz de los destinos, pero como quien mira o recuerda en la noche un planeta brillante que en tiempos habitara, y la razón forzárame al exilio, exilio de tu nuca y de tu pelo, ajeno ya de lleno al calor y al asombro de tus pequeñas manos, laboriosas, como hileras de hormigas.
Hoy te noté la misma, mujer muchacha.
Diría que también me siento el mismo. Pero decir es un verbo cargado de una amarga traición, según sea conjugado. No es lo mismo te digo a te diría, porque es fácil y humano confundir lo real con el deseo. 
Cuando el amor asienta sus raíces, no existe labrador cirujano que lo extirpe: ni el tiempo con sus fieros venenos cuyo nombre común es el olvido; ni el éxito o fracaso en cualquiera de ambos bandos; ni la inmutable realidad que prohibiera y prohíbe un futuro conjunto, asociado, como el viento en la rosa, como el mar en la costa, como nube que llora y de su pena acuosa se enverdece y florece la tierra en la alegre primavera. 
Cuando el amor asienta sus raíces, no hay tratado de paz ni guerra declarada capaz de eliminarlo, pues ni los propios amantes, principales y únicos artífices, podrán frenar su ímpetu, su capricho. 
El amor es otra cosa a lo que pretendemos hacer fácil al nombrarlo con palabras. El amor es un ente en sí mismo. El gobernante absoluto. El indomable. Si te digo te quiero o escucho tu te quiero, no somos nosotros, sino él, quien nos lo dicta, quien nos lo exige, quien nos hace decirlo. 
Marionetas. Eso somos. Proyección encarnada. Juguetes inocentes, inertes o vivientes colgados de sus hilos.
Hoy te sentí la misma, mujer muchacha.
Hoy escribo y escribo.
Hoy la luna me guiña con pícara mirada.
Diría que hasta el mar es lo que escucho. Sí, el viejo mar. El viejo mar que ha vuelto. Una implosión de los sentidos, de estares y de seres, de segundos o siglos, un giro al renacer de las montañas y los fuegos extinguidos, un presente de peso y absoluto que me abraza y protege de mi tanto penar por el mañana.

sábado, 21 de septiembre de 2024

 Refiriéndose a la muerte, dice el verso del medievo: "a todos los igualas al más bajo nivel" (nótese el alejandrino, idéntico a los de hoy, y a todos los de desde entonces: dos hemistiquios con perfecta cesura justo en medio, el primero heptasílabo y el segundo también, al ser aguda la última palabra. Perfectísimo. Según se mire, tampoco hemos cambiado tanto).

Pero no es sólo la muerte quien tiene potestad para igualarnos a ese estrato. También, y como ejemplo, lo hace Máxima Centauri, estrella más cercana al Sol, nuestro sol, nuestra estrella.

En este preciso instante soy indéntico a quien habite en mis antípodas respecto a nuestra diferencia de distancia con Máxima Centauri, que es absolutamente desechable.

Y es ésa la siguiente estrella tras el Sol más próxima a nosotros. Lo curioso es que pertenece al mismo conjunto de estrellas, o galaxia, que la nuestra: la Vía Láctea, de la que aún no conocemos con exactitud cuántas estrellas la componen.

Creo que ya sobra decir que más allá de nuestra Vía Láctea hay muchas más galaxias con más miles de estrellas cada una y así hasta alcanzar un estado de razonamiento e imaginación que roza o traspasa lo aguantable.

No es sólo precisa la muerte para igualarnos. Vivos también podemos (o deberíamos) captarlo.

viernes, 16 de agosto de 2024

 AMORES CACTUS VS. AMORES DE CHARCA O DE RIBERA 

Se dice que el amor es como una planta que hay que regar periódicamente para mantenerlo vivo. Algunos opinan que ha de hacerse a diario. Yo no soy botánico, ni pretenderlo deseo; yo no quiero entrometerme en el jardín acotado de la prole de Linneo. Pero sí soy de la opinión que se debe ser preciso en el hablar, y más si es un dictamen o un dogma o una ley o una teoría o un axioma (falsable o no), lo que expresar se quiere. Por eso, cuando se habla de plantas, hay que conocerlas primero, estudiarlas, saber sus características, en qué condiciones climáticas suelen vivir mejor, porque no es lo mismo un nenúfar que una chumbera, ni un perejil es igual a un edelweiss. Entonces, retomando el paralelismo entre amores y plantas, hay amores tan pesados (tan pesadas), que necesitan ser regados a diario, y que sí, que vale, que yo eso no lo discuto, pero tampoco se me podrá discutir a mí, que hay otros amores que están en el extremo opuesto, que si les dices de continuo te quiero o qué bonitos ojos tienes o me embruja cuando en la noche borda la Luna con hilos de plata ese ajuar que es tu pelo, si eso se lo dices día tras día, acaban por encharcarse, por anegarse, por ahogarse y mustiarse, por marchitarse, por fenecerse, por abolirse y descomponerse. Por ello es preciso estudiarlos previamente, investigarlos, porque podrá suceder aquello de: con menos besos se apaña una. Y será luego cuestión de alargar los periodos entre regadíos, amoldarse al húmedo paradigma que cada planta precisa. Que amar no es cualquier cosa, ni a la ligera ha de tomarse. Que es mejor, por ejemplo, sobre un Árbol de Josué o Yucca brevefolia, en mitad del desierto, un chorreoncito, muy de cuando en cuando, de un "me gusta cuando el sol al atardecer, sobre tu piel, dibuja jeroglíficos de escuetas líneas con fibras de pan de oro que yo descifro con la ciencia de mis labios", que la embriaguez continua rutinaria diaria jartona y empalagosa de un vulgar: "pienso en ti cuando veo mi reflejo solitario frente a los escaparates de las mejores tiendas de Les Champs-Elysées, o los de Vía Veneto, o los de Notting Hill, o los de Hollywood Boulevard, porque tú y yo, bien lo sabemos, semos más de mercadillo y de bulla y tarascá y vocerío de un ¡todo a cinco euros!, ¡a cinco euros!, ¡a cinco euros!", sobre un sauce llorón, por ejemplo, o sobre una adelfa, o sobre una zarzamora, o sobre una hierbabuena, o sobre el río Kwai, o desde los Puentes de Madison, o sobre el Miño el nombre y el Sil el agua, y hasta aquí, y ya vale, y ya termino.

sábado, 3 de agosto de 2024

 En el patio de la casa de la abuela 
hay un lebrillo.

Es muy antiguo. 

Silencioso y desconchado, apoyado, de pie, sobre unos basamentos metálicos y negros, adorna el patio desde un rincón en sombra.

Parece objeto muerto, pero cuando lo miro 
sé que está vivo,
porque me habla.

En su fondo hay un enigma:
es una fina línea en espiral, que va desde los bordes hacia el centro. O tal vez viceversa.

El alma del alfarero que produjo ese lebrillo, y mi alma, se parecen mucho.

Por el lebrillo escucho palabras e intenciones de otros viejos estares en el mundo, bastante parecidos al mío.

lunes, 15 de julio de 2024

 Tus besos: qué dulces esta noche desde tu recinto gris.

Apenas eran besos, por tratar de escondernos. Silentes sinfonías cegándome en su luz. Qué blandura, qué blandos los vallados de repente: de seda de improviso sus cordeles hirsutos.

Qué apertura de campos, qué ímpetu en el pulmón al son del aire claro y dilatado.

Qué dulzura profunda en tus labios quedos. De una sima innombrable surgió la punta sin mácula de un sueño oculto. A ella me sujeto en este amanecer de variado cromatismo con bien atados crampones de lirios vivos, por no volverme nube.

Y qué blanda tú, desnuda de leyes, casi de vapor y olor a vísperas de lluvia.

miércoles, 10 de julio de 2024

 No comprendes poder compaginar 
la triste sensación de verte preso, 

y ser dueño a la vez de cierta libertad.

¿Libera la costumbre que te encierra?
¿Antídoto y veneno en una misma flor?

¿Hay cadenas con alas, ruinas victoriosas, cenizas que calientan?

¿Has descubierto luces más perfectas en tu recinto en sombra 

que en la lumbre fulgente 
de toda la intemperie a mediodía?

sábado, 1 de junio de 2024

 Claro que aprovecho el tiempo. Y más ahora, que no sé qué brisa antigua vuelve a ablandar mi cuerpo de madera fosilizada; ahora que un tanto Dafne y un tanto hormiga fructifico y recolecto para el siguiente solsticio. Ahora que mis inviernos desaparecen del mapa.

Ahora que buceo en mis archivos como una lagartija en busca de alimento; ahora que incremento mis archivos quizás por esa brisa que en la noche refresca mis insomnios.

Porque vuelvo a no dormir, a estar despierto como buen centinela de los sueños: cazarlos vivos cuando intentan huir, retenerlos aquí, por un momento, mientras mis dedos confeccionan con letras todo detalle suyo. 

Que sepas que en la noche como flor insurrecta te acercas con tu aroma a mi ventana; que trasciendes la reja; que me alcanzas. 

Vuelve junio con su velamen claro, como barco nocturno, a cruzar por bahías y ensenadas ya sabidas, playas de una líquida memoria donde su ancla quiso una vez darle fondo y para siempre. 

Vuelve junio como un cometa de su anual periplo por lugares de sombra donde todo sentido es vano; vuelve junio a despertar mi letargo con un rumor de espiga presta ya para la hogaza, de música secreta en la acequia metálica, de amplias lunas que cantan sobre bosques de almendros y junglas de lavanda y de retama.

martes, 28 de mayo de 2024

No sé por qué recuerdo ahora nuestro árbol 
despoblado de hojas, 
si fue en primavera,
si era árbol joven y vívido.

A veces lo visito (y más por estas fechas)
para beber mi mirada de su dulce copa verde, para tumbar mis demonios en su fresca sombra densa, 
para salvarme del fuego, 
para escribir un poema.

lunes, 27 de mayo de 2024

 VISIONES


Eres como un agujero en una superficie horizontal de piedra pulida, que da a una cueva horadada por el mar. Las hay así en el sur de Portugal. 

Eres como ese agujero que busco en mi caminar, o que espera mi llegada. 

La cueva tiene una playa solitaria a la que sólo se accede por el agujero, o por el mar. Pero yo soy caminante, no marino. 

Arriba, sobre la superficie de piedra, reina el azul; abajo, en la cueva, el naranja. 

Es la misma luz arriba que la de abajo (porque la boca de la cueva horadada por el mar es enorme); y a la vez distintas. La de abajo ofrece intimidad, comprensión, libertad, descanso, naturalidad; la de arriba sólo teatro, sólo batalla, y un miedo perpetuo. 

Eres esa luz de abajo; tienes un alma de color naranja; tu abrazo es una playa íntima y secreta: lo recuerdo como pisar la arena suave, como la hay en el sur de Portugal. 

El agujero es tu palabra, tu llamada.

sábado, 18 de mayo de 2024

 CUANDO MENOS LO ESPERAS 

Cuando menos lo esperas, tras más de dos mil lunas,
descubres el candado de tu celda 
mágicamente abierto.

No sé qué extraño síndrome 
te impide salir fuera.

Era cuestión de tiempo.

El guardián ya no está, sólo su silla vieja,
y un manojo en el suelo de llaves herrumbrosas.

Y te arrancas y sales con eléctrico miedo 
al oír el chirrido de la reja.

Das dos pasos afuera, pasos torpes.
Algún tipo de imán parece limitarte 
la carrera que tantas veces dentro,
-más aún si era en brava juventud
soñaste al presentir la primavera.

No se escuchan alarmas.

Unas gotas de calma, sobre tu corazón acelerado, te apaciguan el vértigo.

Y cruzas kilométricos pasillos.
Nadie hay, solos tú con tu miedo entre una sombra gélida.

Ves una puerta al fondo; un enigma entreabierto; y una luz cegadora colando por la mínima abertura.

Avanzas, andas, trotas, corres hacia ella. 

Un sonido de pronto te detiene, oyes atentamente:
es el viento en el mar,
es el mar y es el viento golpeando en las rocas de un crudo acantilado.
-Tu pobre libertad tan esperada.

Mas ya no hay vuelta atrás; te has convertido en pluma, en verso, en aire; quizás ya eres gaviota, tal vez una semilla voladora, o el brillo de la perla dura y pura retando al propio Helios.

¿Dónde comienza el mar, dónde termina?
Preguntas al saltar sobre las olas.

 Ayer fuiste pirómana, hoy bombera.

Si pudiera elegir te haría barrendera.

Entreabro las ventanas porque vuelve el calor.
Cualquier mínima brisa 
avienta las cenizas de mi estancia.

No es cómodo digamos a la hora del descanso 
contemplar las vajillas,
los vidrios del balcón, los muebles, las cortinas,
los platos en la mesa, las flores del jarrón,
la foto de mi abuela que nunca conocí.
Hasta mi perro blanco ahora es gris,
y las plumas de mi canario verde,
y mi felpudo azul celeste del portal.

Si pudiera pedir 
diría que volvieras 
a barrer con vigor tanta ceniza.

O mejor quédate.
Haz trizas la manguera 
y tráete más yesca y pedernal.

sábado, 11 de mayo de 2024

 Si el poeta se duerme en su palabra,
el pueblo al que le canta se empobrece.

Si el pueblo se empobrece y adormila,
el poeta se agranda, despabila.

Es entonces que el pueblo se esperanza,
se despierta, levanta, lucha y canta.

domingo, 5 de mayo de 2024

 Tu mano primavera traspasando fronteras, rompiendo el correctísimo equilibrio.


Tu mano: una cometa, una avioneta, una elástica cama.


Tu mano mariposa imperceptible entre la gente y sus costumbres.


Tu mano rosa cálida en la tarde.


Tu mano transportándome de pronto a lugares que nunca te diré.


Maga mano tu mano.


Era carne tu mano y era aire, y fue bálsamo y puerta, y era objeto con alas.


Quizás aún no conozcas las virtudes sin límite que habitan en tu mano.


Por un gesto sencillo de mi boca en tu mano universos se expanden a esta hora nocturna tras el firme cristal de mi ventana.

 LUGARES SEÑALADOS POR LA HISTORIA 

Donde ardieron judíos 
y el yonqui amenazaba con su aguja.

Donde ardieron tus ojos aquel atardecer.

La noche, aunque tan próxima, 
y ya copia de ti (boceto levemente 
insinuado del monte de tu boca 
y el mar en tus bahías bajo una luna híbrida), 
se volvió de repente lejanísima. 

La insoportable levedad del ser 
sincero.
Y huyeron los deseos 
a planetas y estrellas imposibles.

Pirómana verdad nos cortó el paso 
incluso por las sendas de lo aéreo.
-Ni en humo fuimos libres-

Desde entonces 
una aguja extraviada por aquellos jardines
indica el punto exacto 
de mi último naufragio.

 Ya no miro las rosas
por evitarme pleitos
contra el cruel olvido. 

Ni señalo en el mapa
con el dedo nostálgico
los lugares comunes
donde el beso y la espina. 

Ya no más caravanas
al país de la seda. 

Confieso que he sufrido,
que fui caravanero, 
que conté de una en una
las estrellas fugaces. 

Hoy soy volcán extinto.
El té y el pan de pita 
me alivian junto al fuego.

domingo, 21 de abril de 2024

 Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina:

-Frótate una de tus últimas patitas por entre la última de tus entrepatas, que yo me voy. ¡Y ahí te quedas, asesina!

sábado, 20 de abril de 2024

De niño siempre tuve perros.

Años más tarde dos hijas.
Abandoné a mis perros.

Mis hijas ya tienen novio,
y yo he vuelto con mis perros.

Pero ahora me miran con recelo,
desconfían.
Tal vez teman la llegada de los nietos.

Me digo que soy feliz

pero en mi pueblo no recuerdo la última maceta adornando un balcón. 

(Posiblemente haya alguna todavía. No lo sé.)

Yo podría también colocar una maceta en mi balcón, pero sería una impostura 

como pintarme el pelo para esconder las canas o comenzar a asistir a algún tipo de gimnasia para las articulaciones.

jueves, 18 de abril de 2024

 Algunos a estas horas ya habrán nacido.

Algunos a estas horas ya habrán muerto.

Algunos a estas horas ya habrán ganado un buen dinero.

Algunos a estas horas ya se habrán arruinado. 

Algunos a estas horas ya se habrán enamorado.  

Algunos a estas horas ya se habrán reconciliado.

Algunos a estas horas habrán comenzado a odiar, o llevan ya un buen rato haciéndolo.

Algunos a estas horas estarán pintando un cuadro, otros robando, incluso alguno habrá que no encuentra un pozo con agua para su camello. Alguno que acaba de pisar la cima del Everest, otro perdido a saber en qué desierto.

Alguno a estas horas ya tendrá su cocina pulcra, otros no sabrán aún qué comerán.

Yo a estas horas creo saber algo de muchos que no conozco. Yo a estas horas conozco cierta verdad en el mundo, no demostrable por mi parte.

Posible es también que alguno o alguna esté pensando en mí a estas horas, aunque no sé por qué ni para qué.

Alguno a estas horas comienza a hacérsele el día largo, y es poco más de mediodía. Un día cualquiera, jueves dice el calendario, y primavera los campos y los patios.

Alguno habrá que quiera cerrar su poema en este punto.

 Piezas para construir un poema:


• Hemos cerrado nuestro taller de reparación de alas rotas de mariposa.

• Pero muchos clientes siguen llamando a las puertas del taller, sobre todo al atardecer, y más ahora que es primavera.

• Ya no atendemos. No. No nos pidáis ni presupuesto, les decimos por la ventana. Estamos jubilados. O: ahora estamos en otra cosa.

• No se lo creen. Insisten. Golpean la puerta con más ahínco, y eso que son alas de mariposa, y además rotas. 

• Y así una tarde y otra. Y sobre todo ahora que es primavera.

• Nos dan lástima. ¿Qué hacemos? Nos preguntamos.

• Pesan los golpes, no en el oído, porque si bien se escucha no se oye nada. Pesan en el fondo del alma, y con carácter retroactivo. Pero nunca firmamos un contrato con la más mínima garantía; tendrían que haberlo leído antes.

• Libro de leyes mercantiles: cómo diluir una sociedad. Dependiendo de si es anónima o limitada... Ahí no dice nada si surgió natural. En realidad nunca fue tal sociedad, mercantilmente hablando. Fue otra cosa. Volvíamos, tú y yo, el mismo aire papel, y luego con él jugábamos a la papiroflexia. Yo ahora a solas me entretengo en dibujar sonrisas sobre la superficie de los charcos. Duran lo que duran.


Esto es lo que tengo ahora mismo para construir el poema. Poco, pero hay otra cosa peor: que olvidé el oficio. 


Quizás me volví ala rota de mariposa. Quizás soy yo únicamente quien golpea por fuera en la puerta. Y más ahora que es primavera. Muy primavera. 


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Me gusta el ingenio. Por ejemplo las chispas luminosísimas en las películas de José Luis Cuerda. En "Así en el cielo como en la Tierra", cuando Fernán Gómez, que hace de Dios, sabiendo que todo se irá al garete tras el apocalipsis, dice al contemplar el firmamento desde su ventana: "no sé qué vamos a hacer con todo esto, vendérselo a alguien, no sé". O cuando en "Total", Agustín González haciendo de pastor, señala hacia su pueblucho castellano y dice: "Londres"; luego señala hacia una de sus ovejas y dice: "oveja". O en un poema de Karmelo C. Iribarren, cuando dice: "Qué hago mirando la lluvia, si no llueve". O en ese otro poema de Ángel González que empieza así: "Ayer fue miércoles toda la mañana. Por la tarde cambió, se puso casi lunes". Todos estos ejemplos son para mí de una genialidad fuera de lo común. Algo de esa chispa ingeniosa voy persiguiendo a diario. A diario necesito escribir. No es cuestión de comprenderlo o no. Simplemente es así.

domingo, 14 de abril de 2024

 Tu rostro no se me disuelve nunca, 

aunque sea como el azúcar. 


Otras cosas sí, y de manera fácil, 

quizás por demasiado duras, 

o muy seguras, no sé. 

En todo caso 

suelen ser las cosas 

que nada me importan, 

ya sea Nietzsche el fútbol o los telediarios.


En cambio tu rostro 

siempre está intacto en mi memoria, 

blando, 

amoldable, 

jamás se quiebra. 

Parece de la misma materia 

de las yemas de mis dedos 

o la de mis labios.


Tu rostro es el deseo 

de la flor de los cerezos.


En tu rostro (todavía lo sé) 

hay música. 

Y un lecho como de lana 

donde dormir muy tranquilo.

jueves, 11 de abril de 2024

Duerme la madera fría 

sobre el suelo del taller.


Espera, Dios sabrá qué.


¿Encimera de cocina?

¿Ropero para mis ropas de ayer?


Recubriéndola de espinas,

la muerte extiende un mantel.


Rosalía, rosalán, rosalés.


De fresno y de pino es.

No de ciprés.


Carpintor de la melancolía,

volví mi escoplo pincel.


Vive y perdura, resina.

No te tallaré.


Marzos, ramas, hojas, ríos,

brisa y nidos 

sobre ti pintaré.

miércoles, 10 de abril de 2024

 Cuando mi boca

se vuelve puré de almendras dulces. 

Cuando te imagino. 

Cuando medra el destino 

con su horizonte aparentemente sereno.

Ahora que no hay viento, 

ahora que no llueve,

pero tengo miedo.


Ahora que el silencio 

disfraza de inocente el porvenir.

Ahora que te recuerdo, 

ahora que te menciono

porque he visto una bisbita bebiendo en mi patio solitario,

ahora que te pienso 

como piensa en la nube 

el agua prendida 

en la onda del charco.


Ahora que hace sol, y no te tengo.

Cuando aún me suspendes en el aire

porque frágil me vuelves como brizna de hierba, si te anhelo,

retal del más preciado sueño,

ascua en la hoguera de inagotable invierno.


Ahora que te preciso, aunque todo parezca tranquilo. 


Ahora que por edad 

la experiencia me dicta 

que tal paz será siempre un engaño.

Embustera es la vida 

por más que se decore 

envuelta una vez más en primaveras. 


Si me sigues faltando, 

absténganse madroños y duraznos

en madurar sus frutos. 

Quédense en nieve las altas cumbres, 

pues para qué tanto río. 

Para qué el agua fresca 

que refresque mis pies,

mis pies ya no cansados, 

porque ya no caminan. 

Y si lo hacen, son patas de cangrejo 

hacia un pasado de brisa y de amapola 

y vino dulce y risa 

que ya sólo perdura en mi memoria 

junto a algún que otro juguete de la infancia. 


Ahora que veo tan claro lo plena que me has sido. 

Cuando llena me llenas aún de calma y de blancura, mes a mes, al simular la Luna tu sonrisa. 

martes, 26 de marzo de 2024

 Atrás truenos, tempestades,

pedestales de la euforia.


Que mi ola más gigante 

apenas pase de onda.


En esa quietud sonora

proclamaré mi misterio.


Abisal y laberíntico.

Negro como el pozo negro.


Denso, hondo, escueto, frío.

Acariciando el silencio.

 Callaron las voces.

Helaron sus dedos.


Primavera acuosa.

Atenuados cielos.


Umbrales de abril,

estériles vuelos.


Por donde los cardos

y donde los cuervos.


Donde el camposanto.

Candil de recuerdos.

miércoles, 13 de marzo de 2024

 Árbol yo, podré dar muchas flores, pero pocas manzanas; se perdió la abejita que las polinizaba. Barco yo, llegaré a muchos mares, pero a poquitas playas; extravié el astrolabio que me orientaba. Explorador, sediento, orador yo: cruzaré muchas selvas, beberé en muchas aguas, podré decir mil cosas con muy pocas palabras. Pero: ¿quién calmará mi sed de fondo, quién de las fieras frías será mi ángel custodio? ¿Y hasta cuándo mi viaje? ¿Seré cual ser inane, bogando día tras día, mes a mes, año tras año, implorando al pasado eternamente un poco de alimento almacenado? Porque eso hago, satisfago tal carencia con recuerdos: tus manos en mis manos eran dulces y tibias como el pétalo de orquídea y la sandía crujía de colores y aroma entre tu boca y mi boca como en un bodegón de pintura flamenca. Es así: millones de partículas ionizadas -cual diminutos soles-, orbitan en el siempre entre una pertinaz lluvia de lágrimas. Y en la noche infinita, mi salmódico llanto prolongado: Ofelia sólo duerme, sólo duerme, duerme...

Las estrellas parece que se apagan. ¿Algo escuchó mis súplicas? Parece que se anuncia un nuevo alba. Las cosas reorganizan su antiguo organigrama: el pez vuelve a ser pez en amplias aguas; la liebre, el regaliz, la tórtola y la esquila, el trigo y la lavanda, la delicia melódica del casco del caballo entre la grava... El todo gira hacia su ser lentamente, a su única sustancia. Tras la noche lluviosa, mi alma se asemeja a la amapola en cálida mañana: yérguese, prístina de sangre, y con la renovada brisa danza. Has regresado.

jueves, 8 de febrero de 2024

 Como no es mía, y hace ya tiempo que no la tengo,

ni decirme puedo: déjala que se vaya.


Maldita y caprichosa poesía,

que haces de mí tu puta favorita.


Tanto que te odio cuando te fugas.

Mas si vuelves, sin quejas ni preguntas

me abro como las granadas por noviembre.

domingo, 21 de enero de 2024

 Dónde está lo que aparta

entre mi ser y mi tierra;

si es mi amor esto de aquí, o simplemente el verdor

de esta yerba, de aquella sierra.


En el estar, en el manifestar:

bajo la piel y la piedra nos fluye una corriente invisible, idéntica.


De algarrobo y romero tengo mis pestañas llenas. Late mi corazón entre arrullos de tórtolas. Me despista algún jilguero,¿acaso ya está aquí la primavera?


Me alejo de la campana para sentirte a ti, sola, solamente. Para sentirme a mí, contigo, sin más voz que el balido de la oveja.


Para adormilarme en ti, sentidamente conmigo. Serenamente al sol, otro domingo cualquiera.

martes, 16 de enero de 2024

 Puede que ya alcancé (tal vez sobrepasé)

lo que yo más seré. Tal madura granada, 

tiempo viene a ser ya de degustar mi propia 

dulzura, como así degusta todavía 

el río en estuario las mieles de sus aguas.

Sólo el viento me basta. Este viento de ahora, 

por ejemplo, que esconde sinfonías, retira 

o trae la lluvia, viene, sacude los cristales 

de las ventanas, luego pasa, y no se oye nada.

Mas la ausencia de Eolo ha despertado a Cronos, 

le sacó de su alcoba de madera, silente.

Prodigio de tictac. Es el reloj. El viento

vuelve. Yo vuelvo a mí. Vuelve otra cena, vino 

de pasas, ensalada. Y la cama. ¿Y mañana? 

Pero esta noche aún es moscatel, almíbar. 

Que ya no es cosa mía la palabra mañana. 

Vuelve el tictac, de fondo. Y hay música en mi alma

-el viento me adormece con gusto a mermelada.

miércoles, 10 de enero de 2024

 Tejo un mantel con palabras, un manto.

Lo agarro en los extremos con mis manos.

Salto, y la tela se ambomba igual que un paracaídas. Mi distancia hasta el fin sigue siendo la misma. Mi objetivo: mesurar mi paso por el recorrido, aún ofertado; entretener mi visión mientras tanto a ritmo más pausado. Nada me salva, ni hay peros admisibles. Tan solo lentifico mi consumo inexorable. No describo, porque no veo, sino siento. Ni color ni paisajes. He cerrado los ojos. Parece que es invierno, y la madera cruje con su grito de siempre: apenas perceptible a mis oídos. ¿Es totémico el sonido? No lo sé. Lo supongo. Lo imagino. Puedo estar junto a mi madre, hace mil años, o mil océanos, o entre mil vientos de incertidumbres. Sin embargo, en mi estómago, la vida continúa. Siento hambre. Olvido este inútil empeño ¿en qué? Me atengo a lo único y veraz: lo primitivo: tengo hambre. 

Ya no es pasión, ahora, lo que me impulsa, sino lo viejo, de donde vengo, lo que sí soy, el artefacto tangible y definido, con lo que verdaderamente existo: animal, con hambre. Y en todo caso: animal hambriento gastando (¿malgastando?) su tiempo tras no sé qué luz.

martes, 9 de enero de 2024

 La primavera se extiende por la pared de los meses como dolor sin olvido, como el peor de los daños que hayas cometido. Ya no hay nieve que borre tus huellas en el camino. La chimenea bosteza mostrando su negra boca. La manta es artículo inútil. Qué mérito tendrá abril, cuál mayo. Maldigo al buen poeta y sus plegarias de eternas primaveras. Depreco yo, mediano rimador, más llorón que poeta, por todo lo contrario: necesito un invierno. Un invierno que ofrezca algún sentido a este discurrir continuo, sin alternancias, monótono, cálido, sí, y florido. Tanto como aburrido. Que no es vida esto, si lo analizo. Un invierno. Un invierno a lo antiguo, de escarcha en las cunetas, de vaho en los cristales, de aroma a sahumerio bajo el religioso manto de las nagüillas. De lirios blancos, violetas, amarillos; del anhelo del almendro y del romero allá en la sierra, por ser flor sencilla. De la traviesa aventura al regresar de la escuela dibujando, saltando, universos de órbitas concéntricas, líquidas, expansivas. De botitas de paño, luego, al amparo del ascua, secándose en la tarima.


(Este poema comencé a escribirlo hace ya varios días, cuando enero sólo era enero en el almanaque. Parece que mi ruego, quizás por ser tan sincero, no necesitó ser mostrado para surtir efecto por quién sabe qué misteriosos agentes. Hoy, que lo hago público, enero sí tiene pinta de enero en la calle, en el cielo, en el aire y en los campos, incluso en mi propio espíritu. Otras cosas sé de sobra que ni los mismos dioses podrán devolverme.)

sábado, 6 de enero de 2024

 Me siento entrando en una nueva preadolescencia, a la par que voy entrando en mi preobsolescencia, si es que no estoy allí ya.


Lo malo es que antes, si fallabas, no importaba: había futuro donde remendar, retractar, corregir. Y ahora ya no.


El tiempo excluye hasta lo peor: la capacidad, la oferta, la oportunidad de remendar, retractar, corregir.


Ya no hay ni un por qué, un para qué. 


Y en ese punto, digamos, mi preobsolescencia es igual a mi preadolescencia. Se actúa sin más; se actúa sin pensar en consecuencias. Es así.


Tengo absoluta certeza solamente de una cosa: voy a morirme. Lo demás qué importa, como en la adolescencia.


Canto, lloro. Leo poemas. Escribo poemas. Sí, voy a morirme. 


Cada vez más cerca. Cada vez me cuesta menos percibir su olor.


Me voy desnudando de lo absurdo ante ello. Es cuestión de peso. ¿Qué obligación pesa más ahora aquí que mi propia ceniza luego?


Canto, lloro. Escucho música. Veo películas.


Miro el fuego, relleno mi copa, pienso.


Ah, pero mi nueva perra joven, como la manifestación corpórea de las antiguas primaveras. Viene hacia mí, con sus ojos brillosos y su pelo áspero y a la vez tan dulce en mis dedos. Sus grandes manos, su gran fuerza. Y no más: ahí está el punto de mi dicha ahora. Como cuando yo también joven. Como cuando la leña, recién cortada, tardaba tanto en quemarse en la chimenea. Y cuánto calentaba.


Preadolescencia.

Preobsolescencia.

Ahora, es así, las veo idénticas.

 Me dicen mis cercanos  que gasto mucho frío últimamente.  Será porque es invierno o que ya pocas cosas me calientan.  Será que estoy llegan...