Con plan preconcebido,
insurgente de mi propio yo,
a hurtadillas de mi mismo orden establecido y
amparado entre ciertas sombras y neblinas
escapo reiteradamente cada noche entre mis huesos
buscando un poco de aire puro,
alguna luz, una música de ensueño con que paliar las duras leyes de mi propio presidio.
Mas no pido derrocarme;
ni siquiera un mínimo cambio político.
¿Ser libre a cambio
de la incomparable pureza de este aire, de esta luz, de este sonido?
Callad.
Ya me lo dijo mi madre cuando niño:
Hijo mío,
no hay quien te entienda,
¡joío!
domingo, 13 de mayo de 2018
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