jueves, 24 de mayo de 2018

En las ciudades proliferan los anacronismos. Hay quien no acepta las lecturas de su espejo. ¡Rompe tu espejo!, se dirá un heavy que vi ayer. Chupa de cuero, chinchetas plateadas, camiseta negra, gafas oscuras, botas de media caña, gastado pantalón vaquero... una calva que te cagas, más arrugas que un higo y  restos arqueológicos colgando a orillas de la calva que en tiempos fueron melena al viento sobre su Harley (que era una Yamaha Special por lo común.)

Más adelante, veo asomar por una bocacalle a una altura entre el metro y medio y los dos metros algo así como un cuerno, de pelo, negro, brilloso, muy brilloso. El cuerno avanzaba en su salida de la bocacalle. Ya mediría medio metro. Y continuaba. Al rato apareció la persona o unicornio que lo portaba en su frente. Era un rocabilly. Éstos sí que están en grave peligro de extinción. Pero sus vacileos al andar no se extinguen. El bamboleo de sus hombros, siempre alternados con ligeros quiebros de cadera. Cazadora vaquera, cuellos erguidos, Ray-ban negras, cigarrillo rubio americano en los labios, que no se toca salvo sólo dos veces: al sacarlo del paquete, y al lanzar, lejos, su colilla. Expectante estaba por verle el trasero. No, no es eso que piensas. Sólo quería ver el peine asomando en el bolsillo. Y en efecto, allí asomaba. Éste es auténtico, me dije. Irá a coger o vendrá de aparcar su buga. En tiempos, los bugas de los rocabillys rurales de por aquí o eran un pandita o un cuatro latas, nada que ver con los cochazos de 6 ó 7 metros de eslora que salían en las películas americanas. Alguno llevaba un R5, con lo cual era expulsado del reino rocabillesco inmediatamente convirtiéndose en un paria en el reino de los pijos.

Éstos sí que no cambian. Polo Lacoste o camisa Ralph-Lauren, Levi's 501, jersey anudado al pecho colgado en sus hombros, y pulcros zapatitos castellanos. Añádase perfiladas patillas de hacha si el especimen es andaluz. Y mirándoles bien ha de vérsele en alguna parte un detalle rojigualda: una pulserita, el llavero, banderita con ave negra en la correa del reloj... No, ciertamente no debería haberlos incluido en esta relación. Éstos no se desfasan.

Pero bueno, todo está bien, muy pintoresco y tal. Algún suspirillo eché al verles. Discoteca No sé, Estepa. Finales de los ochenta, principios de los noventa. En altas horas de la madrugada. Cantando con mi coleguita por Duncan Dhu en algún lugar de una gran país olvidaron construir un hogar donde no queme el sol y al nacer no haya que morir.

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