sábado, 12 de mayo de 2018

La memoria de los espejos

ENSERES DOMÉSTICOS EN UNA CUBA

Todo vale nada y nada vale todo. Lo que hoy es materia prima de la satisfacción, de la comodidad, del bienestar, de la felicidad en suma, en un mañana lo será del desprecio, de la inutilidad, del olvido resumiendo.

Yace en la cuba y entre escombros la cama que un día fuera nido procreativo; a su lado el colchón es un mapamundi ajado y con sus lamparones y cierta imaginación puede construirse un universo de planetas y soles, los mismos que en noches de insomnio aparecieran fantasmalmente sobre el techo de la alcoba cuando cierta esperanza repentina retara a muerte (de manera ilusoria en el común de los casos) a la diaria rutina.

Ya no volverá a gemir la mecedora, hoy torcida y apolillada, en el sopor de una noche de estío. Quebrado, el espejo multiplica, distorsiona, agranda o mengua todo lo que hoy en él osa asomarse. Almacén de volátiles fotografías de ese presente continuado que llamamos vida, sólo él se merece un larguísimo poema; la memoria de los espejos, podría ser un buen título.

Mesas, baúles, cuadros, sillas, jarrones, todo aquello que calladamente siempre estuvo ahí (¿realmente somos conscientes del valor real de cada objeto?) hoy comparten una misma muerte. El inquietante tic-tac todo lo puede, con todo acaba. Nuestras muertes no son una y sola muerte. Seamos conscientes de su entrega por capítulos.

Nota.- Este escrito no me ha venido a la mente porque hoy yo haya visto todo esto en realidad. Me han dado más de treinta libros que iban a tirar a la basura. Entre ellos hay una edición del Quijote de 1966. Otro y muy curioso se titula Respuestas; este tipo de libros siempre me han resultado simpatiquísimos. Hojeándolo y ojeándolo vi en él desde cómo arreglar una pieza de porcelana rota hasta cómo ser un buen ahorrador. Muchas novelas, manuales de bricolaje y un atlas que al abrirlo todo está bocabajo, tal como lo digo. Grave error de encuadernación. Yo lo he encontrado gracioso, y he recordado a un viejecete muy entrañable de mi infancia que no sabiendo leer se sentó a la puerta de su casa periódico en mano; alguien que pasaba le dijo: tiene usted el periódico bocabajo, a lo que él contestó: no importa, el que sabe leer lo mismo lee "pabajo" que "parriba".

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