jueves, 24 de mayo de 2018

Por último algunas cosillas más sobre mi viaje de hoy a Sevilla.

Camino de vuelta encontré abierta la iglesia de la Magdalena. Enorme, más vistosa que esmerada en su interior. Hago mención de ella por un papel escrito a máquina sobre la reja de la capilla de San Antonio. Ampliando la imagen puede leerse no sin cierta dificultad. Más de lo mismo de mi primera entrada de hoy.

Añado la grata sorpresa que me he llevado al pasar por calle Sierpes y descubrir que han reabierto la gigantesca librería instalada en el antiguo teatro. Le han cambiado el nombre. Hablé con uno de sus empleados y me dijo que reabrieron hace seis meses. Casi todos son los antiguos trabajadores de la librería anterior. A primer golpe de vista creo que hoy hay menos volúmenes expuestos. Pregunté por uno: Sonetos de la Zubia, de Antonio Gala; está descatalogado, me dijeron. Estuve por comprar una antología de Luis Alberto de Cuenca, demasiado caro para mi bolsillo. Tengo ganas de que pasen al menos dos meses. Tengo ganas de que acabe este maldito mayo. Con los ánimos tan bajos hoy no vengo con buen sabor de Sevilla. Casi no tendría que haber ido. Me pondré a leer Onofre Rojano. Lo necesito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 Si el poeta se duerme en su palabra, el pueblo al que le canta se empobrece. Si el pueblo se empobrece y adormila, el poeta se agranda, des...