viernes, 18 de mayo de 2018

No es tiempo de andar
poniendo faltas ni sobras
a cada atardecer.

No es tiempo de esperar
un récord en vistosidad y colorido
en cada ocaso
ni que el viejo sol
nos deleite con una pirueta mortal
con doble tirabuzón invertido
al tiempo que nos recita
los quinientos y ocho versos
que componen
la fábula de Píramo y Tisbe
antes de esconderse, como cada día,
un poco más allá de Aguadulce,
provincia de Sevilla.
(Un amigo mío de Chile
dice que el sol allí
se pone un poco más allá de
Las Torres del Paine.
Será otro sol.
El mío se pone por Aguadulce.)

Este sol de hoy
que hace ya rato que se fue a dormir
es el mismo sol que se escondió
y por el mismo lugar
el día que yo nací.
Y que cuando nació mi padre.
Y que cuando el suyo, mi abuelo.
Y vete a saber para atrás
hasta cuándo.

Dejémonos de exigencias.
Nuestra vida es un suspiro
y el sol debe de andar aburrido
de tontos caprichos.

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